LA PAREJA IDEAL
Todos en algún momento de la vida buscamos nuestra media naranja; soñamos con encontrar aquella persona.

Desde nuestro nacimiento hasta los 2 o 3 primeros años de vida somos un globo de energía viva, se podría decir que nuestra personalidad es como una esfera de 360 grados, pero un día notamos que a nuestros padres no les gustaba una parte de nosotros ya que nos decían cosas como: Podrías quedarte quieto un momento! No molestes! que travieso que eres! Escuchamos muchas veces frases como estas. Detrás de nosotros llevamos una bolsa invisible, y a todo aquello de nosotros que a nuestros padres no les gustaba, para mantener su cariño, lo metíamos en la bolsa.
Para la época en que empezamos a ir a la escuela nuestra bolsa ya era bastante grande. Entonces, llegan los maestros y nos dicen: Los niños buenos no se enojan, los niños buenos obedecen, los niños buenos permanecen en silencio, no molestan. Así es como adoptamos un mecanismo de supervivencia y tomamos nuestro enojo, nuestras opiniones, nuestras preguntas, deseos y necesidades y las metimos en la bolsa para convertirnos en niños buenos.
En la escuela secundaria, ya no nos presionan los malvados adultos, sino las personas de nuestra misma edad, para esta época de la vida nuestra bolsa invisible está tan llena que apenas queda un 50% de nuestra auténtica personalidad, ya no somos ni la sombra de lo que fuimos en los primeros 3 o 4 años de edad. Esto me lleva a sostener que de una redonda esfera que era nuestra auténtica personalidad de 360 grados, solo queda una rebanada.
Hasta los 20 años, nos pasamos escondiendo partes de nosotros en la bolsa invisible, para ser aceptados por la familia, los amigos, la sociedad. Este acto de esconder lo que creemos que no es aceptable de nosotros, se vuelve con el tiempo automático e involuntario y forma parte de nuestro inconsciente, también todo aquello que escondemos, porque lo escondemos de nosotros mismos.
Imaginemos un hombre al cual le queda apenas una rebanada de su ser original, el resto está en la bolsa a la que llamaremos el inconsciente, se encuentra con una mujer digamos a los 24 años, a ella le queda una rebanada muy elegante. Ambos deciden unir sus vidas en una ceremonia y a esta unión de dos rebanadas solemos llamarla matrimonio. Ni siquiera los dos juntos llegan a reconstruir una persona completa. Celebramos a lo grande este acontecimiento con todo nuestro cariño y buena voluntad porque creemos que encontrar y unirnos con nuestra media naranja, “ojalá de por vida” es el camino a la felicidad.
Apenas empieza la convivencia, empiezan las desilusiones y desacuerdos, después de un tiempo las dificultades en la esfera sexual, ya que muchas veces la sexualidad es usada inconscientemente como una herramienta de posesión y/o aceptación. Diferentes culturas llenan la bolsa con diferentes contenidos. En la cultura cristiana, la sexualidad suele ir a la bolsa desde temprana edad, no se habla en el hogar de ese tema, no se explica a los niños casi nada sobre su desarrollo sexual y se llega a la adolescencia con muchas falsas creencias y tabúes .
De ahí, que crecemos sintiéndonos incompletos o insuficientes (crisis de la adolescencia) no porque lo seamos, en realidad esto acontece porque no reconocemos una buena parte de nuestra verdadera esencia; con esta sensación transitamos por las primeras experiencias sentimentales de pareja, sintiendo mucho miedo al rechazo, sin saber que es imposible amar a nuestra pareja si no nos conocemos, aceptamos y amamos a nosotros mismos. “Para dar primero hemos de tener”.
Las diferentes personas que encontramos a lo largo de nuestra vida amorosa, hacen una función de espejo que refleja nuestro inconsciente (todo aquello que guardamos en la bolsa invisible desde que éramos muy pequeños). Este reflejo puede ser de dos tipos:
1. El reflejo de aquello que no aceptamos de nosotros mismos nos genera rechazo, antipatía hacia la persona que está en frente; la verdad es que esa persona es inocente de toda nuestra frustración o enojo.
2. El reflejo que nos devuelve una persona a la que admiramos o nos enamoramos, es aquel reflejo de nuestras propias cualidades, que nosotros no hemos reconocido o no lo hemos desarrollado como hubiéramos querido; o sea, lo que te gusta en el otro, primero lo viste en ti, pero no lo recuerdas porque es parte de tus talentos escondidos desde que eras muy pequeño.
Entonces ahí es cuando nuestra pareja, cualquiera que hayamos tenido o tengamos se vuelve nuestra Pareja Ideal, ya que siendo un reflejo de nuestros aspectos no reconocidos, algunos de ellos muy agradables, razón por la que nos enamoramos y otros menos agradables o insoportables; la pareja que tenemos es siempre nuestra Pareja Ideal porque es la que nos hace juego, se vuelve una valiosa herramienta que nos invita a mirar hacia adentro de nosotros, si somos capaces de atender a este mensaje, que implica espejarse en el otro, podemos hacer un viaje interior e iniciar a recuperar todo aquello que escondimos en la bolsa del inconsciente cuando fuimos niños con el afán de no perder el amor o la aprobación de nuestros padres y maestros.
En el momento en que un gran dolor emocional por pérdida o separación de la persona amada nos sacude, se vuelve inminente la necesidad de rescatar a nuestro niño interior, que se encuentra herido, abandonado, reprimido en lo más profundo de nuestro corazón.
Para dar paso a este acto heroico y profundamente amoroso con nosotros mismos, cuyo objetivo es recuperar nuestra verdadera identidad y regresar a la paz, buscamos desesperadamente la manera de reencontrarnos. Afortunadamente podemos valernos de terapias como la terapia HITT que es una herramienta muy efectiva, respetuosa e inofensiva que nos ayuda a restablecer nuestro verdadero YO, de una manera amorosa y aceptante; a través de regresiones a esa época infantil tan vulnerable, utilizando como medio y no como un fin, el estado de hipnosis consciente o estado meditativo, conocido también como estado alfa que es un estado ampliado de consciencia, el cual nos permite ponernos en contacto con todas aquellas memorias y emociones escondidas en nuestro inconsciente, haciendo posible de este modo recuperar todos los aspectos y cualidades reprimidas de nuestra personalidad original, entendiendo que los sentimientos de nuestra infancia siempre han coexistido con nosotros durante nuestra vida de adultos. A través de este proceso de sanación podremos sentirnos personas adultas libres, empoderadas, completas y auto realizadas.
Uno de los pilares fundamentales de la relación de pareja es, la «responsabilidad personal», que consiste en que a nivel emocional cada miembro de la pareja se haga cargo de sí mismo. Esencialmente porque nuestro bienestar sólo depende de nosotros mismos. El segundo pilar, la «comunicación asertiva». Ésta tiene mucho que ver con la capacidad de ser sinceros y honestos con nosotros mismos y por ende con el otro. El tercer pilar en la que se asienta la relación de pareja es saber cultivar el «desapego». Es decir, en saber ser felices con o sin nuestra pareja. Al no necesitarla para nuestra felicidad es cuando podemos verdaderamente amarla. Solo así podemos construir una convivencia constructiva, pacífica, libre y respetuosa. Así es como podemos valorar y disfrutar de la persona con la que compartimos nuestra vida tal como es, sin intentar cambiarla.
La paradoja es que cuanta más libertad y respeto existe en el seno de nuestra pareja, más unión, conexión y fidelidad experimentamos con ella. Así es como finalmente pasamos del paradigma del yo al del nosotros, formando un auténtico equipo con nuestro compañero sentimental. De hecho, el verdadero matrimonio va mucho más allá de cualquier unión de carácter legal, social y económica. En esencia, se trata de un acto simbólico por medio del que nos comprometemos con otro ser humano a seguir aprendiendo y evolucionando juntos, convirtiéndose en un espejo el uno para el otro donde ver reflejada la mejor versión de nosotros mismos.
El crecimiento y desarrollo de nuestro mundo interior es la única garantía de una relación de pareja feliz.